martes, 3 de julio de 2012

      Amor y odio no han surgido de la escisión de algo común originario, sino que tienen orígenes diversos, y cada uno ha recorrido su propio desarrollo antes que se constituyeran como opuestos bajo la influencia de la relación placer-displacer. 
      El amor proviene de la capacidad del yo para satisfacer de manera autoerótica, por la ganancia de un placer de órgano, una parte de sus mociones pulsionales. Es originariamente narcisista, después pasa a los objetos que se incorporaron al yo ampliado, y expresa el intento motor del yo por alcanzar esos objetos en cuanto fuentes de placer. Se enlaza íntimamente con el quehacer de las posteriores pulsiones sexuales y coincide, cuando la síntesis de ellas se ha cumplido, con la aspiración sexual total. Etapas previas del amar se presentan como metas sexuales provisionales en el curso del complicado desarrollo de las pulsiones sexuales. Discernimos la primera de ellas en el incorporar o devorar, una modalidad del amor compatible con la supresión de la existencia del objeto como algo separado, y que por tanto puede denominarse ambivalente. En la etapa que sigue, la de la organización pregenital sádico-anal, el intento de alcanzar el objeto se presenta bajo la forma del esfuerzo de apoderamiento, al que le es indiferente el daño o la aniquilación del objeto. Por su conducta hacia el objeto, esta forma y estepa previa del amor es apenas diferente del odio. Sólo con el establecimiento de la organización genital el amor deviene el opuesto del odio. 
      El odio es, como relación con el objeto, más antiguo que el amor; brota de la repulsa primordial que el yo narcisista le opone en el comienzo al mundo exterior prodigador de estímulos. Como exteriorización de la relación displacentera provocada por los objetos, mantiene siempre un estrecho vínculo con las pulsiones de conservación del yo, como consecuencia, pulsiones yoicas y pulsiones sexuales con facilidad pueden entrar en una oposición que repite la oposición entre odiar y amar. Cuando las pulsiones yoicas gobiernan a la función sexual, como sucede en la etapa de la organización sádico-anal, prestan también a la meta pulsional los caracteres del odio.
    La historia de la génesis y de los vínculos del amor nos permite comprender que tan a menudo se muestre "ambivalente" (acompañado por mociones de odio hacia el mismo objeto. Este odio mezclado con el amor proviene, en una parte, de las etapas previas del amar no superadas por completo, y por otra parte tiene su fundamento en reacciones de repulsa procedentes de las pulsiones yoicas, que a raíz de los frecuentes conflictos entre intereses del yo y del amor pueden evocar motivos reales y actuales. En ambos casos, ese odio mezclado se remonta a la fuente de las pulsiones de conservación del yo. Cuando el vínculo de amor con un objeto determinado se interrumpe, no es raro que lo reemplace el odio. En tales casos el odio, es reforzado por la regresión del amar a la etapa sádica previa, de suerte que el odiar cobra un carácter erótico y se garantiza la continuidad de un vínculo de amor. La tercera oposición del amar, la mudanza del amar en un ser-amado, responde a la injerencia de la polaridad actividad pasividad y cae bajo idéntica apreciación que los casos de la pulsión de ver y el sadismo.
     Me enamoré de esta parte del texto de "Pulsiones & Destinos de Pulsión" del querido Freud, amor de mis amores, que claro la tenía este hombrecito. Me encantó esta foto además, es lo más!

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